Extranjeras en El Salvador

Conoce encantadoras historias de mujeres de otros países que han encontrado su segundo hogar en El Salvador.

PANAMÁ Gabriela Barrow de Quesada “No sé si en otra vida fui salvadoreña”

Nunca estuvo muy arraigada a su natal Panamá, pues mientras fue niña le tocó vivir en Estados Unidos y Arabia Saudita. “De parte de mi padre tengo herencia inglesa y de mi madre francesa”, dice. Regresó a Panamá para hacer sus últimos años de colegio y luego viajó a Costa Rica para estudiar Comunicaciones. Allí la flechó el salvadoreño del cual ya se divorció.

“Cuando me separé todos me decían que porqué no me iba. Pero la verdad yo había hecho mi vida aquí con mis hijas, ellas tenían una familia preciosa de parte de su padre, con quien además sostengo una relación cordial. Decidí darme una oportunidad, yo no sé si en otra vida fui salvadoreña”, explica.
“A raíz de que vivimos en varios países no dudamos en decir ‘me voy’. Yo salí de mi casa a los 19 años y nunca más regresé. Mi madre es la verdadera razón por la que viajo a Panamá”.

“Cuando vine fue justo al terminar la guerra, en años previos visitábamos El Salvador pero en una ocasión nos tocó refugiarnos porque se escuchaban bombas y sirenas. Viví el sufrimiento de mi ex-esposo cuando anunciaron la muerte de los jesuitas. Aún así queríamos volver, empezaron a verse cambios radicales, había mucho por hacer”. No puede dejar de agradecer las oportunidades laborales que tuvo desde el principio, cuando trabajó en el Hotel El Salvador en 1993, con el ingeniero Eduardo Castaneda, luego trabajó en TACA, Banco Agrícola y desde el 2000 en AFP Confía.

“Me casé de nuevo con un hombre maravilloso con quien tengo un hijo de ocho años. Tengo amigas, muchas cuñadas, una familia agradable. Da pena que una país tan hermoso esté sumido en tanta delincuencia pero debemos trabajar para que sea cada día mejor”.