Extranjeras en El Salvador

Conoce encantadoras historias de mujeres de otros países que han encontrado su segundo hogar en El Salvador.

AUSTRIA Karen Hofer de Martínez “Quedé fascinada con la playa”

Nació en Enns, la ciudad más antigua de Austria, en 1942. Llegó a El Salvador en 1964 cuando su esposo de nacionalidad salvadoreña, hijo de padres españoles, fue llamado por su padre para que atendiera asuntos en la empresa familiar.

“Una mujer debe ir donde el esposo va”, dice Karen, enfermera de profesión, graduada del Hospital Universitario de Viena. Después de conocer al amor de su vida en aquella ciudad a orillas del Danubio, se casan y llega a El Salvador donde nacen cinco de sus seis hijos.

Los primeros dos años fueron muy duros para ella, pues asegura “El Salvador es otro mundo”. Cinco décadas después sigue luchando con temas como la impuntualidad. Llegar de un país donde se camina por las calles con toda tranquilidad y donde las casas no necesitan rejas fue un cambio grande que le creaba mucho estrés, a pesar de todo esto, agrega, se enamoró perdidamente de El Salvador.

Con los años y tras la insistencia con su esposo de querer ejercer su profesión se incorpora como voluntaria a la Cruz Roja Salvadoreña en 1975, fueron más de 30 años de servicio que dieron pie a vivencias muy enriquecedoras.

A su llegada forma parte del equipo de atención en la clínica del organismo de salud, luego durante el conflicto armado se une junto a médicos salvadoreños y suizos del Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) a las brigadas que daban asistencia en diferentes zonas del país.

Fue así como recorre gran parte del territorio, conoce la idiosincrasia de la gente y se enamora de un país que a pesar de dura situación por la que estaba pasando tenía mucho para ofrecer.

Un pueblo lleno de amor

“Visitábamos los campamentos en Ahuachapán, Cabañas, Morazán... en aquellos tiempos se hacían muchas cosas buenas, había mucho amor en la gente, a veces llegábamos bien noche a los pueblos, sin haber comido, y la gente nos ofrecía lo que tenía”, relata.

“Toda esta experiencia en la Cruz Roja me ayudó mucho, fue una experiencia muy agradable porque sabía lo que estaba haciendo, una experiencia que me dio grandes satisfacciones, veía a la gente como parte de mi, fueron tiempos muy bonitos a nivel personal”.

Tiempo después tuvo que renunciar debido a que su esposo enfermó, por 10 años se dedicó a su cuidado, tiempo en el que no pudo viajar a su natal Austria. Ahora Karen dirige la gerencia de ventas de Marysa, un rol totalmente distinto a su profesión.

Extraña de su país natal la limpieza, la música y las operetas. Al preguntarle si ha considerado la posibilidad de regresar, enfáticamente dice que aunque su ombligo lo ha dejado en Austria, las raíces que la mantienen en El Salvador son mucho más fuertes. Aquí están los grandes amores de su vida.

“Quiero muchísimo a El Salvador y siempre estoy pensando si puedo seguir ayudando en algo, uno puede ayudar todos los días, no solo en casa, también en el lugar de trabajo. Hay que ayudarse mutuamente, es una de las satisfacciones más grandes que quedan en la vida”, concluye.